Hola, hijo, hola, hija, soy Mamá.
Os escribo porque quiero invitaros a la fiesta que estoy organizando para el día 24. Me apetece mucho que vengáis a verme, igual que cuando eráis pequeños y estabais en el cole, ¿os acordáis? Qué bonito era cuando traíais una flor blanca para adornar mi imagen, con qué ilusión participabais en la procesión vestidos de comunión o, después ya mayores, fuisteis los clavarios más elegantes del mundo para acompañarme en la procesión por las calles del barrio. ¡Cuánta gente había!
Seguro que ahora, al recordar esos momentos, os habéis dicho: “Tengo que pasar por el cole para ver a Mamá”. ¿Por qué no os animáis? Este año será muy especial porque hace un tiempo que no hemos podido hacer la fiesta como nos hubiera gustado y también porque este año vuestras hermanas salesianas ¡cumplen 150 años!
No tenéis que traer nada, está todo preparado. Ya sabéis cómo soy y que me gusta estar pendiente de todo para que nada falle, igual que hice en aquella boda de Canaán.
Si no podéis venir a la fiesta, no pasa nada; sabéis que lo comprendo y que nunca os voy a reprochar nada. Lo que sí quiero es pediros un pequeño deseo: me gustaría que ese día, cuando tengáis un momento tranquilo y a solas, tengáis un pensamiento hacia mí y dibujéis una sonrisa al acordaros de vuestra madre.
Nunca, nunca olvidéis que os quiero mucho y que me podéis pedir cualquier cosa que necesitéis. No os fallaré. Os espero a todos.
Un beso muy grande.
Os quiere, MAMÁ